El efecto Atir-Rosenzweig-Dunning, el lado oscuro de los "expertos"
El efecto Atir-Rosenzweig-Dunning, el lado oscuro de los "expertos"

El efecto Atir-Rosenzweig-Dunning, el lado oscuro de los «expertos»

31/03/2023
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Casi todo el mundo conoce el efecto Dunning-Kruger, pero no tanto el efecto Atir-Rosenzweig-Dunning.

El efecto Dunning-Kruger viene a decir que cuanto menos sabes de algo, más confianza tienes. Podríamos llamarlo «efecto cuñado«, desde las gradas, todo es obvio:

  • Esa película era una mierda porque el director no se enteraba de lo que hacía, si te dejan a ti con una cámara y 20.000 euros, lo clavas. No como el James Cameron ese.
  • El paro estructural de España lo arreglabas tú en dos meses, no como la panda de inútiles que nos gobiernan.
  • Twitter se arreglaba rápido, Elon Musk no tiene ni idea (vale, es posible que no la tenga).

A estas alturas, te sonará . Si no, aquí te lo cuento más en detalle, aunque tienes decenas de artículos por ahí.

Con el efecto Dunning-Kruger en cierto modo se da una paradoja: por leer dos párrafos sobre cómo funciona (¿alguno habéis leído el artículo original? Porque yo no) nos creemos un poco más listos que los demás y nos resulta fácil señalar a las múltiples personas víctimas de ese sesgo.

Los idiotas, siempre son los otros.

Y, curiosamente, casi siempre se ha utilizado para ridiculizar a los cuñados, poniendo ejemplos de gente con menos formación o algo chabacana como víctimas de su propia ignorancia.

El efecto Atir-Rosenzweig-Dunning nos trae cierta justicia poética para contarnos que los expertos no son (¡o somos!) tan listos como se creen (o nos creemos): ser experto/a en algo viene con su propio conjunto de sesgos.

Qué es el efecto Atir-Rosenzweig-Dunning

Aquí, una advertencia: cuando estaba investigando sobre esto, leí en varios sitios que «los expertos se equivocan más, incluso en otros temas distintos a los que dicen conocer». En realidad, se trataba de «expertos autoproclamados»: nadie validaba la experiencia.

El efecto Atir-Rosenzweig-Dunning se basa en una serie de experimentos realizados por Stav Atir, Emily Rosenzweig y David Dunning en un artículo de 2015 titulado «When Knowledge Knows No Bounds: Self-Perceived Expertise Predicts Claims of Impossible Knowledge» (Cuando el conocimiento no tiene límites: la experiencia percibida por uno mismo predice afirmaciones de conocimiento imposible).

En los estudios, se pedía a los participantes que evaluaran su conocimiento sobre un tema.

Después, se les preguntaba por conceptos (algunos de ellos, inventados). Cuanto mayor conocimiento habían dicho tener, más afirmaban que conocían conceptos que no existían en realidad.

Llegaron a advertir a los participantes que algunos de los conceptos presentados eran ficticios antes de responder a las preguntas. A pesar de eso, seguían cayendo.

Dando otra vuelta de tuerca, los investigadores hincharon la percepción de conocimiento de los participantes en geografía, haciéndoles creer que sabían más de lo que realmente sabían. Y, de nuevo, se demostró que cuanto más creían saber, más probable es que afirmaran que existían sitios que realmente no existían.

Cuando nos pasamos de frenada

¿Por qué nos inventamos cosas que no existen? Mi apuesta es que cuando crees que sabes de algo, no quieres defraudar. Es más fácil que digas que algo «te suena» o que «lo has visto».

A mí, personalmente, me pasa mucho cuando alguien me nombra una herramienta que no conozco de nada. A veces se equivocan de nombre, pero yo ya he dicho que «me suena».

También (sin haber leído el artículo original) supongo que el hecho de que los «expertos» fueran autoproclamados tiene un sesgo en sí mismo: te crees un experto, te crees listo, no quiere decir que lo seas, quiere decir que lo crees.

Saber esto, no sirve de nada: posiblemente cometas los mismos errores

Mientras escribía esto, no podía evitar pensar varias cosas:

Estos experimentos, están mal diseñados. ¿Tiene sentido que cada una diga si es experto o no? ¿No sería mejor hacer un test en la materia?

Y, más importante:

¿De verdad podemos sacar conclusiones de un estudio que se hace en la Universidad de Cornell y extrapolarlo años después a cómo nos comportamos?

Puedes encontrar decenas de miles de artículos sobre el efecto Dunning-Kruger (y unos cuantos sobre el Efecto Atir-Rosenzweig-Dunning), pero a la hora de la verdad, se basa todo en un experimento o unos pocos, realizados en un momento concreto, en condiciones concretas, pero que, al incluir una conclusión poderosa, nos hace abrazar su narrativa.

Después, pensé: ¿sé lo bastante para llevar la contraria a Dunning y al resto? ¿He aprendido algo a base de leer posts y preguntar a ChatGPT o sigo cayendo en las mismas trampas?

Para mí, el aprendizaje clave es la humildad.

Y el aprender a contener algo los juicios de valor.

Y, hace dos párrafos ya me creía más listo que Dunning, Kruger y el resto de apellidos que ya no recuerdo.

Sé demasiado poco sobre sesgos, cognición y experimentos, para llevar la contraria a nadie y criticar el diseño de sus experimentos.

Asumo que todas las leyes y reglas de las que he hablado en las últimas 11 semanas son solo aproximaciones que debemos utilizar para ver la realidad desde distintos ángulos y no precipitarnos.

Y que nos deben servir para enriquecer nuestra visión del mundo, no para esgrimirlas frente a nuestro cuñado o para, paradójicamente, creernos más listos de lo que somos.

Acaba así esta serie de publicaciones sobre reglas, leyes y conceptos.

Espero que te haya servido para enriquecer un poco más la forma de ver la vida.

Para contener un poco más los juicios.

E, idealmente, para quedar como una persona más interesante en tus conversaciones de cafetería.

Nos vemos el 23 de abril en la 6ª temporada.

Foto de Peggy Anke en Unsplash

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